ENCUESTAS, VERDADES E INCERTIDUMBRES

A siete días de las elecciones generales; Perú 2021, la incertidumbre alrededor de quién o quienes podrían ser los candidatos(as) que pasen a la segunda vuelta electoral continúa, al mismo tiempo que la tendencia de la mayoría de los votos indecisos que señalan las encuestas continúa ocupando el primer lugar de las preferencias.

Después de cinco agobiantes años de crisis política y estancamiento económico agravados por un año de pandemia que sigue generando temor y frustración, el electorado peruano promedio se viene sumando al hartazgo general sobre la clase política su pleno desinterés por una elección sobre supuestos partidos, candidatos y propuestas insuficientemente capaces de alcanzar el mínimo reconocimiento que asegure la gobernabilidad democrática del país.

Es en este escenario que desde octubre pasado se vienen realizando una serie de encuestas para mostrar las preferencias electorales de la población y hasta el momento el único dato constante y creíble es el de los indecisos. Esto nos lleva a preguntarnos ¿Por qué el voto incierto es tan amplio, al mismo tiempo que los primeros lugares tan inseguros? A continuación, trataremos de aproximarnos a esta circunstancia, planteando y respondiéndonos una serie de auto-dudas.

Las encuestas constituyen una actividad permanente e inseparable de las dinámicas electorales en los países democráticos occidentales para fijar el panorama electoral y mostrar las tendencias que existe entre la población. En el Perú resulta evidente, y sin duda alguna, que desde hace más de una década la información que exponen las principales y mas reconocidas empresas encuestadoras no constituyen datos concretos ni tendencias que se reflejen en los resultados electorales; ejemplo de ello, es lo ocurrido en las elecciones municipales por la ciudad de Lima el año 2018, durante la contienda por la alcaldía de Lima, en donde hasta las fechas previas al debate, Jorge Muñóz; invitado por el partido de AP (Acción Popular), no aparecía en las preferencias electorales, pero al final termino ganando la elecciones. ¿A que se debe eso; es el Perú el único en donde ocurren estas situaciones?

Pues, Perú no es el único país en donde probablemente pase esto, sin alejarnos mucho en el tiempo, a finales del 2020 en las elecciones de Estados Unidos, muchas encuestadoras “pronosticaban” como ganador a Joe Biden con un amplio margen de ventaja, lo cuál no resultó del todo cierto pues hasta los últimos días de conteo el margen de diferencia entre Biden y Trump fue bastante ajustado, a tal punto que Donald Trump llegó hasta insinuar que se trataba de un fraude electoral desencadenando una serie de disturbios inesperados para la historia norteamericana.

Regresando a la realidad del proceso electoral en marcha, y siendo posible afirmar que las encuestas no constituyen una referencia real de datos concretos que permiten apreciar la tendencia de intención de voto, surge entonces la interrogante: Si las encuestas no reflejan una intención creíble sobre la voluntad de los electores, ¿Cuál es entonces la razón de su publicación?, la respuesta se enmarca en la dinámica de la “post-verdad”; ¿Qué significa eso?, pues que al definirse la post-verdad como el contexto por el cual la realidad es definida por un conjunto de emociones y creencias que se sobreponen a los hechos generando su deliberada distorsión, las encuestas tienen por finalidad generar “una realidad emocional” por sobre los hechos determinados, obviamente en función de intereses reales y concretos.

¿Qué tiene que ver entonces la “post-verdad” con las encuestas y con las elecciones generales 2021 en el Perú?

Aunque no se aprecie a primera vista, sobre todo cuando se trata de explicar la veracidad de los resultados de las encuestas, estos serán expuestos tanto verdaderos como falsos dependiendo del candidato o de la agenda que las encuestadoras busquen favorecer; por ejemplo: si un candidato esta en los primeros puestos, pues automáticamente puede considerarse como profesional y confiable, mientras que si tu candidato no ocupa el lugar que consideras le pertenece, inmediatamente será desestimado y condenado; en otras palabras la verdad y veracidad solo es “verdad” (valga la redundancia) si está del lado de las emociones y creencias que genera la propia encuesta con apoyo de la información en medios de comunicación y de redes sociales. Esto es fácil de comprender si aceptamos que todas las personas tenemos la tendencia natural e inevitable a reforzar nuestras emociones y creencias cuando consideramos que constituyen parte de una mayoría.

Sobre las encuestadores y los medios de comunicación que las difunden, también habría que considerar, que durante muchos años ha existido una polarización en los medios de comunicación, no tanto en “defender” a candidatos políticos (como muchos mencionan), si no va más por aplicar y mantener su propia agenda política, proporcionando información o noticias para capturar permanentemente la atención de las personas, lo que resulta bastante paradójico, ya que cada vez que la ciudadanía pierde el interés en alguna noticia, sale automáticamente una más controversial que terminan por profundizar las emociones y creencias de rechazo y/o en favor de alguna opción pre determinada. Es aquí en donde nos preguntamos si, ¿Los medios de comunicación tienen un candidato favorito?

La respuesta es probablemente si, pero la preocupación debería ser mucho mas profundamente explorada, sobre todo cuando la libertad de opinión es uno de los derechos más privilegiados en una sociedad libre y en el mundo en general, ya que representa la constante lucha entre que prevalezcan las ideas (ideologías) de unos sobre la de otros; ¿Qué nos llevaría a creer que los medios de comunicación que recogen las encuestas son realmente creíbles?

Y es en este momento que frente a las encuestas y a los medios de comunicación donde nos podemos dar cuenta que solo consideramos como creíble las opiniones que son como las nuestras y rechazamos las contrarias, no se requiere prueba o razón alguna que pueda sustentar la veracidad de la información difundida o recibida, solo tenemos a las emociones y creencias que perfilan nuestra propia opinión.

Es por todo lo explicado anteriormente, que podemos mencionar que las encuestas como los medios de comunicación actual carecen de credibilidad respecto al acierto de pronostico político-electoral que nos quieren mostrar; que el posicionamiento de la post-verdad como finalidad de la información que se trasmiten por las diversas redes sociales es generar emociones y creencias diferentes de los hechos concretos de la realidad. Podemos concluir diciendo que, en lo que sigue de la campaña electoral ni encuestas ni medios comunicación tradicionales constituyen referencias de verdad ni de hechos concretos; que la incertidumbre será mayor y las verdades e ideas más individuales, al final lo único cierto parece ser la incertidumbre.

¿ES EL FINAL DEL DIARIO EL COMERCIO?

Por Juan Carlos Liendo O´Connor

Director de la Revista XAUXA

Lima, 25 de Marzo del 2,021

Diario El Comercio, fundado el 4 de mayo de 1839, es no solo la publicación de prensa más antigua de la república, sino el medio de mayor influencia en la historia política peruana, sumido hoy en una seria crisis, frente a la realidad política, económica, social y tecnológica del siglo XXI

El día de ayer 24 de Marzo a menos de 17 días de las elecciones presidenciales del 2,021, el diario “El Comercio”, el más antiguo del país, fundado hace 182 años por una de las familias más poderosas del Perú y representante de los intereses de la aristocracia republicana limeña, publica desde su director periodístico, quizá el mas joven de su historia, un editorial que más allá de proyectar una infantil ingenuidad política o de un epitafio empresarial, representa tanto la grave crisis del grupo mediático más poderoso del Perú como el colapso del sistema político peruano. A continuación, unas necesarias reflexiones.

Con la intención de hacer un mea culpa, el más joven director periodístico de la historia del diario El Comercio, pone en evidencia la seria crisis política por la que atraviesa el sistema de poder en el Perú: Muy importante tener en cuenta una primera aproximación:

Este comunicado, inédito en la historia del diario, y al mismo tiempo realizado por el director más joven de su historia (que para esta opinión constituye una clara desventaja en términos de experiencia y conocimiento de vida, y en cuanto a los intereses que representa el diario El Comercio), evidencia claramente por su contenido, por el momento en que se expresa, y por la percepción que genera en términos de poder, la debilidad política no solo del diario más antiguo del país, sino de la clase política a la cual este diario se encuentra a su servicio (la aristocracia limeña). Esta crítica circunstancia es tanto económica, como política y de serio  rechazo social en cuanto al lugar que ocupa El Comercio dentro de la difusión de ideas políticas en el Perú, y que implica una seria vulnerabilidad a las ideas “libertarias progresistas” que representa este medio escrito, y al mismo tiempo se proyectan tanto a todo su conglomerado de medios informativos, como sobre sus enlaces internacionales, ya que este diario y su grupo constituyen la principal referencia de lectura política sobre lo que sucede en el Perú.

La situación crítica (casi terminal) de la gestión administrativa, obviamente es la manifestación de la debacle interna del “clan familiar” asociado con su círculo inmediato de poder (accionistas), arrastrados por la corrupción del caso ODEBRECHT; y de las ONG´s que interactúan con el grupo El Comercio para difundir “la imagen oficial del Perú internacionalmente en función de los intereses de grupo e ideológicos que representan. Esta circunstancia se agrava cuando el grupo mediático es copado por una ideología y consolidado por un poderosos soporte económico, en este caso del estado peruano, convirtiéndose en una grave amenaza para la democracia y la libertad individual en el Perú.  

Tan igual como la informalidad económica ocupa las veredas del antiguo edificio de El Comercio, el espacio político (en toda su extensión) que viene dejando libre, es hoy motivo de lucha de nuevos actores para ocupar los espacios vacíos de poder que deja tanto en el ámbito de la difusión de ideas como de la imagen que del Perú se forman en el extranjero. 

Conclusión: La crisis de El Comercio representa, al mismo tiempo que evidencia, el colapso del sistema político (en términos del sistema de poder) en el Perú y el principal desafío para la continuidad o crisis de la república en términos de quién o quiénes, y sobre qué tipo de ideas se articularán en torno a ese espacio vacío que viene dejando el diario El Comercio. Crisis en curso.

Captura de pantalla en la web de la edición digital de el editorial del diario El Comercio 24 de marzo de 2021.
Tomado el 25 Mar 2021 de:
https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/jose-grana-miro-quesada-las-cosas-como-son-por-juan-aurelio-arevalo-miro-quesada-noticia/?ref=ecr
El abundante, colorido, antiestético, e insensato diseño de la publicidad que acompaña al editorial que se muestra, se encuentra muy lejos de un medio de comunicación que represente tanto a un grupo de poder serio, como a aquel que se supone constituye la principal referencia internacional de la coyuntura política por la que atraviesa nuestro país. 

EL COLAPSO DEL SISTEMA POLÍTICO EN EL PERÚ (Parte I)

Lima, 18 de Noviembre del 2020

Por Juan Carlos Liendo O´Connor

Director de la Revista XAUXA

revista@xauxa.net

www.xauxa.net

¿Es posible explicar cómo una sólida y potente voluntad política popular en el Perú llegó a fragmentarse en menos de dos años, generando el colapso del sistema político nacional?; ¡claro que si es posible!, en realidad muy sencillo, a pesar de que una respuesta basada en hechos concretos no sea del agrado de las personas cercanas al poder.



[1] Obtenido de Spanzer97: https://en.wikipedia.org/wiki/File:Balotaje2016regional.png
 
[1] Obtenido de Spanzer97: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:MapaElectoralProvincialPerú2018.png

La presente crónica de opinión trata de explicar en tres entregas cómo ha sido posible que el grupo liberal progresista que gobierna el Perú desde hace 20 años, habiendo obtenido en las elecciones del 2016 un contundente rechazo popular que lo emplazó en una minoría política, logra el día de hoy recuperar el control de los tres poderes del Estado después de dos intentos del grupo conservador para recuperar el poder que inicialmente recibió del pueblo el 2016. Para ello buscaremos recordar la situación electoral del 2016, luego se analizará los factores de desestabilización del sistema político en sus tres componentes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, para finalmente obtener una lectura de la coyuntura actual y sus proyecciones a las elecciones del 2021.

PERÚ HACE CUATRO AÑOS

Culminada la primera vuelta de las elecciones presidenciales el 8 de abril del 2016, la voluntad popular definió que el partido Fuerza Popular, (partido nacional de derecha popular y de clase media, color naranja en el  mapa), alcance una sólida mayoría de representación del 56% en el congreso, mientras que el partido Peruanos Por el Kambio (PPK, color morado en el mapa) de la aristocracia liberal progresista alcanzaba 14% , y el partido de izquierda internacional (Frente Amplio, de color verde en el mapa) promovido por el Foro de Sao Paulo, obtenía un 15%.

Durante la segunda vuelta del 3 de junio, la aristocracia liberal progresista limeña en alianza con la izquierda internacional, lograron derrotar al partido Fuerza Popular por un ajustado margen, apoyados por el gobierno saliente y los medios de comunicación de propiedad de la aristocracia. Lograron de esta manera mantener el control del poder ejecutivo. Mientras que, en la práctica, se verificó de hecho que la alianza de la aristocracia liberal progresista limeña con la izquierda internacional (dependiente del Foro de Sao Paulo, y que a partir de ahora llamaremos a ambos grupos: alianza liberal progresista), que gobierna el Perú desde fines del año 2000 había perdido el control del poder legislativo y tenía la amenaza de perder el control del poder judicial, o incluso del poder ejecutivo.

En efecto, instaurado el 28 de julio del 2016 el nuevo congreso (poder legislativo) y juramentado un nuevo presidente (jefe del poder ejecutivo), el centro de la lucha por el poder se enfocó en la función legislativa del Congreso. A pesar de que el 85% de los congresistas electos coincidían en el modelo económico del país y una aproximación común hacia la gestión pública, su alineamiento político presentaba condiciones de fractura irreconciliables. Sin embargo, ideológicamente consideraban que “el factor económico” constituía la variable fundamental que modelaba la política, planteando entonces un enfrentamiento político paralelo a las decisiones económicas. En las semanas inmediatas la realidad evidenciaría completamente lo contrario.

El partido Fuerza Popular, no recuperado de su inocente derrota electoral, disponía de la mayoría absoluta en el congreso ya que con 73 congresistas superaban los 66 votos (la mitad más uno) que se requerían para censurar a cualquier gabinete ministerial, elegir a la mesa directiva del Congreso y aprobar o modificar una ley orgánica. Es decir, tenían casi el poder total en el congreso, estando en las mejores condiciones para alcanzar los 87 votos de mayoría calificada (dos tercios) del total de congresistas, necesarios para elegir al Defensor del Pueblo, a los Miembros del Tribunal Constitucional y modificar la Constitución sin necesidad de referéndum. El fujimorismo después de 16 años había recuperado contundentemente el poder de representación popular contra la alianza liberal progresista (aristocracia limeña con izquierda del foro de Sao Paulo).

El poder ejecutivo, liderado por la aristocracia progresista no tenía el mas mínimo enlace con los sectores populares ya que los miembros de su bancada no tenían unidad política ni pertenecían al mismo nivel socio económico del Jefe de Estado y de su grupo de elite; su fragmentación e inoperancia política era un hecho concreto. Esta circunstancia evidenciaba el serio peligro de la izquierda progresista liberal en el Perú tanto como su debilidad, lo cual implicaba que los principios globales del marxismo cultural y de la ideología de género, cuya promoción y defensa habían confiado en la aristocracia limeña desde el año 2000 había fracasado y resultaba inevitable (en principio) la perdida del poder que habían mantenido desde entonces.

Si bien es cierto que para el 2016, la aristocracia liberal gobernó y mantuvo el poder desde el año 2,000, su capacidad de operación política se había reducido exclusivamente al activismo político de ONG´s que constituían su principal soporte de gobierno, dirigidas por la conocida ONG IDL (brazo político) y reforzada por la ONG Transparencia (brazo internacional) y por la ONG Comisión Andina de Juristas (Brazo legal) establecieron un gobierno remoto desde una agenda global internacional sobre el Perú, a través de la continuidad de su burocracia ideológica establecida en todos los poderes del Estado, al mismo tiempo que tenían un eficiente y poderoso respaldo internacional; no necesitaron de partido político alguno, solo su alianza con la aristocracia limeña, con la burocracia estatal y con los medios de comunicación. Para julio del 2016 este modelo se había agotado.

Para julio del 2016, el reciente gobierno aristocrático de PPK tenía el dilema de: o negociar en desventaja con Fuerza Popular, o enfrentarla resueltamente con la lógica amigo – enemigo, es decir destruirla. Decidió por la segunda opción; apoyado por la ONG IDL, sin cuya ayuda le hubiese sido imposible ganar las elecciones, y la enfrentó, a pesar de su desventaja política, con la misma estrategia con la cual logró derrotarla en la segunda vuelta electoral a su ahora enemigo declarado:

“Destruir su reputación y dividir su cuerpo interno con el soporte de lo medios de comunicación”.

Fuerza Popular, sin medios de comunicación, desconectados de la dinámica internacional, y con un pequeño y cerrado grupo de élite de dirigentes buscó fortalecer su frente político para enfrentar a la alianza liberal progresista; para ello realizó una alianza fáctica con los congresistas del partido aprista, llegando a formar un bloque de 78 congresistas con los cuales alcanzaba el 60% de los escaños del congreso y se encontraba a solo 9 votos de obtener la mayoría calificada, es decir a punto de tener el control total del poder legislativo. Esta alianza fue el resultado de la obligada convivencia que tuvieron estas agrupaciones políticas como producto del ostracismo sufrido por ambas agrupaciones durante el gobierno (alianza aristocracia liberal progresista con izquierda internacional) de Ollanta Humala 2011 -2016.

Con esta alianza fáctica Fuerza Popular, obtenía el contundente aporte de 5 congresistas con una enorme potencia política, ya que la representación de Fuerza Popular en más del 70% la conformaban políticos novatos, sin experiencia, y gran número de ellos con serios antecedentes judiciales y éticos controversiales, por lo cual no se encontraba en condiciones de una eficiente gestión política de su poder en el Congreso. Al mismo tiempo, si bien es cierto que el resultado de las elecciones le otorgó un contundente apoyo de la población, la dirigencia de Fuerza Popular hizo evidente la total desconexión con sus líderes representativos, son sus líderes de base, operadores y activistas políticos populares; quienes una vez alcanzada la victoria política fueron ignorados desde el poder por su dirigencia política, generando un resuelto sentimiento de frustración y justificado enojo.

Fuerza Popular, con 73 representantes, al incorporar a 5 congresistas del partido aprista para fortalecer su poder y acercarse a la mayoría calificada en el congreso, asumió para sí todo el pasivo de corrupción política que lleva el partido aprista desde hace 30 años, a pesar del discreto y prudente segundo gobierno del APRA (no exento de corrupción) que gobernó en balance de poder con la aristocracia liberal progresista limeña entre el 2006 y el 2011; quedando en la práctica dependiente de la hábil capacidad política de los representantes apristas que a pesar de ser sólo 5, influían con gran poder sobre los 73 congresistas de Fuerza Popular, al mismo tiempo no eludían la oportunidad de negociar posiciones de poder en el Congreso con la aristocracia liberal progresista limeña.

Con un cerrado y pequeño grupo de élite dirigiendo Fuerza Popular sin cuadros políticos de peso específico y una bancada de novatos, bajo la influencia y astucia de 5 congresistas apristas que tenían una agenda diferente, asumiendo el pasivo de un partido contundentemente rechazado por la mayoría de la población, sin medios de comunicación consecuentes con la dimensión de su poder político, despreciando el valor y la potencia de sus cuadros tradicionales, de sus dirigentes y lideres de base, sin capacidad de movilización social y cambiando sus principios que los definían como fuerza política al adoptar una narrativa de lo políticamente correcto, estaban ya para la segunda semana del mes de agosto del 2016 condenados al fracaso.

La alianza liberal progresista, dirigida por IDL, de inmediato obtuvo una lectura real, concreta y objetiva de la catástrofe estratégica que implicaban las decisiones políticas de la dirigencia de Fuerza Popular; tomo nota y desarrolló una estrategia que en dos años aniquiló tanto el poder de Fuerza Popular como los anhelos y las expectativas de la gran mayoría de peruanos que en el 2016 le entregaron sus votos, y que hoy cuatro años después produciría innegablemente el colapso del sistema político peruano.

En la próxima entrega, la parte II, se describirá la estrategia de Fuerza Popular (alianza conservadora) para tomar control del poder judicial, el desarrollo de la estrategia liberal progresista como contra ofensiva, para evitar perder el poder judicial, cambiar la composición de poder del Congreso y controlar el poder Ejecutivo; la vacancia de PPK, la presidencia de Vizcarra y el cierre del Congreso, todo ello en medio de la crisis producto del caso Odebrecht.

Nos vemos la próxima semana.